Mi perra vida temporada 2025, episodio 2.
Relato - La niña del caballo negro | Poema - Me estás vedada tu… - Ramón López Velarde | Reseña - Sin relato - Lola Lopez Mondejar | Frase Robada – Byun-Chul Han | Bonus Track
La niña del caballo negro
Tengo varios meses que el dolor de cabeza me despierta, siempre a la hora del diablo, intento volver a dormirme, a veces funcionan mis rituales de meditación, pero desde hace tiempo cada vez menos. Creo que ya estoy sintiendo los estragos de los años en la espalda, porque últimamente el frío de la madrugada ya no me deja conciliar el sueño. Pero aquí en Malinalco la helada se siente más brava, nunca la había percibido así, profundo, como si el frío saliera de mis huesos.
Al final me fastidio, veo el reloj que parece no avanzar, y aunque falten un par de horas para que salga el sol, decido levantarme para salir a correr, pienso que no importa, hoy son tantas horas que no me va a hacer daño empezar de una vez. Capaz que se cumple el vox populi ―el que madruga Dios lo ayuda―, aforismo del que siempre he dudado, ya que la gente que veo en las calles a muy temprana hora se nota que ni Dios la conoce.
Ahora que estoy en modo analógico, es decir en el cenit de mi desconexión digital, me toma mucho menos tiempo estar listo para salir a entrenar, antes tenía que preparar y sincronizar: el sensor de potencia, la banda de frecuencia cardíaca, el GPS del reloj, los audífonos, la lista de música; todo un ritual. Ya solo con la ropa necesaria, e incluso mentalmente voy más ligero, he dejado mis múltiples obsesiones mientras recorro la montaña.
Está comenzando a disiparse la negrura del cielo, la helada me corroe los músculos, intento recordar momentos de la infancia cuando hacía mucho frio expulsando aire por la boca para simular que el vaho era humo, pero ahora no sale vapor, entonces creo que no hace tanto frío y solo son los años, o capaz que con tanta neblina no se logra ver; dejo de lado mis simplezas y me dispongo a correr.
Después de unos tres kilómetros ya estoy en medio de la montaña, normalmente en esos senderos encuentro gente que lleva sus vacas a pastar, varios campesinos montados en burros y mulas, tanto los cuadrúpedos como los bípedos siempre muy humildes.
Me sorprende escuchar cómo se acercaba el sonido de las herraduras maltratando la tierra, me tomó dos segundos identificarlo, pero algo venía cabalgando, se oía un trote furioso, bajé un poco la velocidad para identificar la fuente del ruido, capaz que no me ven.
Súbitamente se aparece algo que en años de correr en Malinalco nunca había visto, un caballo negro, fuerte, brioso; además muy bien ataviado, la silla, la cincha, los estribos, muy bien cuidado, no como los lazos sucios de las bestias de carga de los campesinos. Trato de identificar el jinete, era un niño o una niña, no logro diferenciarle, tiene esa edad en que los géneros se confunden; saludo con la mano y digo buenos días, el caballo resollando no baja la velocidad, solo escucho una voz infantil de niña que responde a mi saludo. Mientras pasa a mi lado capturo cada detalle. Ella monta con porte, le sobra orgullo y capacidad para dominar al caballo, también viene de negro de pies a cabeza, incluso el sombrero que sostiene con la mano izquierda, el pelo no muy largo y agitado, sus facciones son de quien es oriunda de la región, una imagen hermosa. Sin duda algo muy inusual, me pregunto ¿qué hace sola a esas horas de la mañana?
Yo sigo mi camino escuchando el galope alejarse, mientras sigo pensando en lo extraño del encuentro. Lo último que me llama la atención es que se dirige al camino del que yo provenía, donde unos malditos perros salen a ladrar con mucha rabia, por eso ya no traigo a las perras. Antes me ignoraban, pero últimamente cada vez que paso enfrente de su casa, se desviven por asustarme con sus fauces cercanas.
Así que espero el estruendo que ocasionará el paso de la niña del caballo negro, pero por más que pongo atención, nada, el ruido se aleja hasta desaparecer.
Aún con el asombro, mi cerebro encontró una de esas historias que mi mamá nos contaba cuando se iba la luz en casa ―sí, mi mamá nos contaba historias de espantos cuando estábamos a oscuras―. Nos relataba que en su mítico Acámbaro cuando se aparecía un caballo negro sin jinete portaba la muerte a quien lo presenciara, pero si venía con alguien en su lomo, solo le auguraba algún desastre. Hace tiempo que no le hablo, ni me habla, pero en cuanto pueda le contaré de mi encuentro, para ver si existe una versión más benigna, teniendo como atenuante a una niña jinete.
Me volví a quedar dormida, mi ma’ se va a enojar. Me hubiera ido con ellos a preparar las cosas, pero era muy temprano. Seguro ya está bien enojada, no me dejó la ropa ni nada. No me da tiempo de peinarme, allá veo que me pongo en la cabeza para alisarme estas greñas.
Ahora si ya me dio miedo, mi ma’ va a estar como fiera, hasta me escondió las botas nuevas para la charreada. Ni modo, me pongo las otras, a ver si no me dan guerra. No hay nada en la mesa para desayunar, me va a ir remal.
Lo bueno es que me dejaron lista a la yegua, mejor me apuro. Voy a cortar por el camino viejo, mi abuela dice que está muy solo, pero es como la mitad de distancia, total me voy rápido y ni quien me agarre.
No sé si de los nervios por la charreada o por el regaño de mi ma’ tengo harto calor, pero hasta se me puso la piel chinita cuando de la nada veo un señor en medio del monte, muy raro, se me hace que es turista, tiene cara triste, como de perro mojado, me saluda con la mano, y le digo ―buenos días―, abre la boca, pero no lo escucho, los turistas siempre se creen demasiado, casi me lo llevo de corbata.
Ya casi llego, seguro todavía no me toca a mí, me voy a echar saliva detrás de las orejas para que no me regañe mi ma’ enfrente de todos.
― ¿Dónde andabas? ¡Ya casi te toca! Hasta tu abuelita está preocupada.
― Me quedé dormida. No te vayas a enojar, pero me vine por el camino viejo y apenas llegué, no me regañes.
― Ay mijita ese camino está refeo y muy solo, no andes por allí sola.
― Si abue, ya no lo haré, y sí está feo, casi me llevo de corbata a un señor bien raro, que andaba corriendo ahí a medio monte.
― ¿Te hizo algo?
― Pues como que me quería saludar, pero solo levantó la mano. Se me hizo grosero porque yo sí lo saludé.
― ¿Venía solo o con unos perros?
― Venía solo ¿Por qué me preguntas eso? Tienes cara de espantada.
― Dicen que en ese camino sale el fantasma de un señor que salía a correr, un día le metieron un balazo en la cabeza para robarle, ya lo tenían bien checado, y traía cosas caras. Sus perros se escaparon y hasta ofrecieron recompensa para el que los encontrara. Si se te aparece con sus perros es de buena suerte, pero si anda solo por la montaña, algo malo te puede pasar.
― ¡Mejor no montes hoy mijita!
― No te preocupes abue, esas son puras invenciones, vas a ver que me va a ir muy bien, y capaz hasta me gano el trofeo y el dinero del premio.
La niña montó su caballo negro cuando escuchó que anunciaban su competencia, le dio un beso a su mamá y su abuela, montó a la yegua para dirigirse al partidero.
Me estás vedada tu… ― Ramón López Velarde
¿Imaginas acaso la amargura
que hay en no convivir
los episodios de tu vida pura?
Me está vedado conseguir que el viento
y la llovizna sean comedidos
con tu pelo castaño.
Me está vedado oír en los latidos
de tu paciente corazón (sagrario
de dolor y clemencia),
la fórmula escondida
de mi propia existencia.
Me está vedado, cuando te fatigas
y se fatiga hasta tu mismo traje,
tomarte en brazos, como quien levanta
a su propia ilusión incorruptible
hecha fantasma que renuncia al viaje.
Despertarás una mañana gris
y verás, en la luna de tu armario,
desdibujarse un puño
esquelético, y ante el funerario
aviso, gritarás las cinco letras
de mi nombre, con voz pávida y floja,
¡Y yo me hallaré ausente
de tu final congoja!
¿Imaginas acaso
mi amargura impotente?
Me estás vedada tú... Soy un fracaso
de confesor y médico que siente
perder a la mejor de sus enfermas
y a su más efusiva penitente.
Sin relato ― Lola Lopez Mondejar
Existen varios rituales para cerrar el año y dar comienzo a uno nuevo, entre ellos iniciar el novísimo periodo haciendo las cosas que deseamos se perpetúen en el tiempo, así como esa primera ficha de dominó que detona a las demás para cumplir el objetivo.
Si ese es el caso, entonces este 2025 va a ser fantástico desde el punto de vista literario. Ya que el libro con el que transité la frontera del calendario fue una epifanía.
Lola López Mondejar es psicóloga y escritora, por lo que se lee en su libro Sin Relato (que le valió el premio Anagrama de ensayo), parece que ambas actividades las desarrolla con soltura. En este ensayo de un poco más de trescientas páginas, desmenuza los cambios sociales e individuales que la humanidad ha experimentado durante el proceso de digitalización de la realidad. Si bien la disertación se enfoca en el impacto de los teléfonos inteligentes, hace patente que esta debacle inicia tempranamente, con la disponibilidad de las computadoras personales, e incluso de manera primigenia con el desarrollo de Internet.
Este tema para nada novedoso, ya que, así como la auto ficción lo es para la novela, en el ensayo, el impacto tecnológico en la sociedad está en gran auge.
El aspecto que lo diferencia, entre varios, son la aproximación del ser humano como un ente histórico, más allá de una visión transversal. Analiza detalladamente cómo uno de los cambios más importantes fue, el paso de cuestionarnos sobre “¿quiénes somos?” a “¿qué somos?”, aspecto trascendental que conlleva a una apreciación heurística de los individuos, utiliza así el relato para ejemplificar cómo esta serie de sucesos explican quiénes somos, así como en la novela le dan vida a los personajes. Y como contraejemplo, qué es lo que pasa cuando nos vamos quedando sin relato, cuando la inmediatez es el único dios del tiempo que conocemos.
A consecuencia de esta pérdida de relato, surgen seres que sacralizan lo efímero, llegando al extremo con la estultofilia o la pasión por la ignorancia. Involucrando no solo el analfabetismo técnico-científico, sino también el cultural y espiritual.
Finalmente toca algunos tópicos un poco más disonantes a modo de antítesis, que buscan abrir algunas puertas de salida a tan asfixiante escenario.
Es sin duda el texto que más he subrayado en años, y por la premura lo compré en formato digital, pero a la menor provocación lo adquiriré en formato físico, ya que seguro lo releeré en el futuro.
Frase Robada – Byun-Chul Han
Los seguidores participan en una eucaristía digital. Los medios de comunicación son como una iglesia; el like es el amén. Compartir es la comunión. El consumo es la redención.