Mi perra vida, la vigésimo séptima semana del año 2024.
Relato - Unplugged | Frase robada - Charles Pépin | Reseña - Privacidad es poder – Carissa Véliz | Poema - Crecemos y olvidamos - Amalia Bautista | Bonus track
Unplugged
Es probable que no muchos recuerden a Kurt Cobain cantando en acústico, en el ese entonces innovador MTV, para todos aquellos que la brecha generacional no les permitió conocer los concierto Unplugged, pueden acercarse a los Tiny Desk Concert, que recuperan esa esencia, de tener la música sin floritura tecnológica. Estas experiencias son de lo más interesantes, incluso me atrevería a usar el término “orgánico”, entendido como una aproximación general al leitmotif de la música en vivo.
Toda esta perorata embarrada de nostalgia viene a colación de un tema que desde hace varios meses me ha estado agitando la cabeza, resonando como avispero, y es la reducción de la tarifa tecnológica.
Pero antes los pondré en antecedentes. Desde mis etapas tempranas en la adolescencia me consideraba un early adopter de la tecnología. Recuerdo pasarme noches enteras y fines de semana enclaustrado, leyendo los manuales de uso del sistema operativo de la computadora familiar, nada como enfrentarte a una inerte línea de comando.
¿Se imaginan encender el ordenador y solo ver esto en la pantalla?
Microsoft Windows [Versión 10.0.19045.3271]
(c) Microsoft Corporation. Todos los derechos reservados.
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También recuerdo las múltiples ocasiones que descompuse el entonces costosísimo equipo de cómputo por intentar fallidamente instalar Linux.
Mi atracción por la tecnología fue pasando de la teoría a la práctica, lo cual me fascinaba, sentir que rompías el paradigma usando una BlackBerry conectada a un manos libres y wifi me volaba la tapa de los sesos.
Mi edad me permitió pasar de una época donde los módems (así se llamaba el periférico que se usaba para conectar la computadora a la línea telefónica y así integrarla a la primigenia Internet) descargaban un archivo de cien megabytes en al menos doce horas, hasta la época actual, en la que esa descarga toma menos de un minuto.
Siempre fui como abeja al panal, buscando lo último que mi bolsillo me permitiera comprar, es decir pasé del interés por la tecnología, a fanático de la tecnología de consumo.
Mi interés en la tecnología de consumo también incluía la generación de contenido, todas las innovaciones en sitios web y aplicaciones eran mi devoción. Tener página de perfil personal, hacer un podcast y ahora textos literarios me han pervertido históricamente. Hacer todo esto cuando no era tendencia, me parecía una actividad gratificante.
Las cosas han cambiado radicalmente, las primeras reminiscencias de esta necesidad por alejarme de la tecnología se gestaron cuando no entendía por qué la gente deseaba tener un dispositivo de Apple, que era dos o tres veces más caro que sus opciones en otras plataformas (¿se imaginan ese remoto pasado?). Así que después de un iPad que regalé, y un iPod que dramáticamente abandoné, nunca más he caído en las tenazas de la manzana, y aprovecho para decir que a la postre sí instalé Linux e incluso desarrollé y escribí todo un artículo científico en ese viejo ordenador resucitado por la mano sagrada del software libre.
La debacle llegó cuando Internet pasó de ser una Pangea cultural, a un mercado de consumidores, donde poco a poco me percataba que las cosas se iban poniendo turbias.
Al principio era increíble observar cómo el buscador de Google podía predecir razonablemente las palabras de mi búsqueda, pero se tornó admirablemente tenebroso cuando algo que apenas habías pensado en la soledad, aparecía como anuncio publicitario en la parte superior de cualquier búsqueda, o en el correo electrónico, o en alguna red social, algo muy intimidante.
Entonces se agregó el siguiente ladrillo, cuando además los generadores de contenido vinieron a revolucionar, o mejor aplicado involucionar, las áreas de influencia, desplazando los mecanismos tradicionales y moviendo hordas de gente a compartir todo, principalmente lo más absurdo, burdo y elemental, intentando arañar un reflector que les llenara los inmensos huecos de autoestima.
Todo esto viene a colación por los frecuentes efectos deletéreos de la tecnología, en particular los teléfonos inteligentes y aplicaciones que los acompañan, motivo de daños importantes en individuos y sociedades, que han llevado al poder a seres tan indeseables como Donald Trump.
Los ejemplos de la vigilancia digital en China son escalofriantes, y como se ha afectado los comportamientos de diversas sociedades no son menos intimidantes. No intento ser mesiánico, ni invitar a la quema colectiva de iPhones y iPads, solo es una exposición de motivos sobre el cierre de mis cuentas de Facebook e Instagram; y después de escuchar el libro de Carissa Veliz Privacidad es Poder, estoy a pocos meses de abandonar mi smartphone y cambiar a un teléfono minimalista, aunque me suena difícil abandonar aplicaciones que se nos han insertado en el ADN, como WhatsApp, Uber o el correo electrónico disponible veinticuatro horas al día, estos últimos pasos para desenchufarme me tienen un tanto preocupado, y no sé si lo lograré.
Lo que sí creo es que la tecnología ya rompió la relación costo/beneficio, y estamos siendo afectados de maneras profundas, sin siquiera darnos cuenta.
Confío en que este proceso de destecnologización y desinfoxicación (libro que leeré en breve) me ayuden a tener perspectivas diferentes sobre la realidad. De momento puedo decir que la ansiedad que genera alejarse del control tecnológico no es poca.
¡Deséenme suerte!
Frase robada
Privacidad es poder – Carissa Véliz
Existe la creencia infundada de que la privacidad además de estar pasada de moda, ya no existe, por lo que ni siquiera pareciera justificable escribir, leer o discutir al respecto.
Carisa Véliz filósofa hispano mexicana va en contra de esa creencia, y le dedica una amplia disertación a las implicaciones de la tecnología en la privacidad. A través de un ensayo divulgativo explora la importancia de la privacidad a nivel individual y social, relata con bastante solidez como las industrias tecnológicas han convertido nuestra privacidad en una moneda de cambio, sobre la que se basa buena parte de las ganancias de éstas inmensas compañías.
Se describen los problemas y escándalos más sonados, pero lo que ocurre en terrenos no democráticos o con reglas menos transparentes debe ser aún más grave. Y todo esto debe ser la punta del iceberg.
No se puede dejar de experimentar ansiedad al darnos cuenta de que tanto y con que grado de precisión estamos siendo vigilados, lo que en el futuro será motivo de mucha discusión, por considerarlo un periodo bastante oscuro, como otros tantos que la humanidad ha experimentado.
La última parte del libro aborda las potenciales soluciones, y dado que desafortunadamente ninguna de ellas parece viable o eficaz, tiende a ser tediosa y tristemente deprimente.
Pero un buen paso es estar enterados de lo que está pasando, ya que de otro modo estamos siendo vulnerados de un modo abusivo, el conocimiento nos permitirá, en la medida de lo posible limitar el alcance de los tentáculos de estos gigantes que parecen (y probablemente lo sean) los dueños de todo.
Cómo no recordar el mítico MTV Unplugged de Nirvana en Nueva York. Lo tengo grabado en mi memoria y en un disco duro y lo visiono siempre que la nostalgia llama a la puerta. Para escucharlo está en Spotify: https://open.spotify.com/intl-es/album/1To7kv722A8SpZF789MZy7?si=T7RGKAlqTBefAm_pEVzu_Q Seguro que en YouTube estará también. Quien no lo haya visto, que corra a verlo!!! 😉
Respecto a lo que comentas de la privacidad, no hay solución ninguna, me temo. Tú mismo lo comentas: «La última parte del libro aborda las potenciales soluciones, y dado que desafortunadamente ninguna de ellas parece viable o eficaz, tiende a ser tediosa y tristemente deprimente.»
Si te desconectas de todo y dejas de utilizar dispositivos como smartphones o tabletas, al final quedas relegado poco menos que al abandono. Yo creo que hemos de abrazar la tecnología y simplemente quedarnos con la opción menos intrusiva, que de momento parece ser Apple. La empresa de la manzana provee de muchos cortafuegos y barreras para proteger nuestra privacidad. Otras tecnológicas también lo hacen, pero Apple gana por goleada.
Ahora bien, aplaudo tu opción de dejar las redes sociales que obligan a compartir datos personales sin razón coherente (aunque esto da para una laaaaaaargo debate, me temo.)
Gracias por estar. ❤️
Desconectarse en un mundo híper conectado, podría ser casi como dejar alguna droga en donde hasta síndrome de abstinencia podemos tener. Creo que la palabra clave es mesura en cómo usamos toda la tecnología que nos rodea.